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Apuntes históricos



El tiempo de Cuaresma en Puerto Rico
Estampas históricas de la devoción popular

por Haydée E. Reichard de Cancio
Diseño, editor: Luis R. Negrón Hernández

(c) CopyRight - Prohibido copiar, reproducir



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Cristo crucificado pintor padre Maas

AMAMOS CUARESMA el período de cuarenta días que la religión cristiana señala de penitencia, oración, abstinencia y ayunos en preparativos para la Pascua de Resurrección. La duración de este tiempo se fundamenta en el símbolo de la Cuaresma bíblica. La Iglesia lo ha instituido en conmemoración de los cuarenta días de ayuno de Jesús en el desierto.

Se instruía al pueblo antiguamente que durante este tiempo (a) se privaran y abstuvieran de manjares; (b) los pecadores tenían que hacer penitencia; (c) era época de para la preparación del Sacramento del Bautismo.

A través de toda la liturgia de Cuaresma la Iglesia hace hincapié en el sentido bautismal y penitencial.

Comienza la Cuaresma recordándonos que "polvo somos y en polvo nos convertiremos" y exhortándonos a convertirnos para así poder llevar el Evangelio. El sacerdote asperja con agua bendita las cenizas, que provienen de palmas y ramas del Domingo de Ramos del año anterior, y pasa a imponer la ceniza a todos los presentes en la frente. Antiguamente el obispo imponía la ceniza a los pecadores públicos y los expulsaba del templo y ellos tenían que pararse a la entrada de la Iglesia durante el tiempo cuaresmal.

Durante la Cuaresma el pueblo puertorriqueño asumía un espíritu de meditación y oración.

Los viernes de Cuaresma, siendo días de abstinencia de carne, el olor a mariscos se percibía por todos los rincones de la Isla. El pobre comía su bacalao con vianda, mientras el rico su pescado frito o en escabeche.

Durante este tiempo la religiosidad popular calificaba de ofensa grave bailar o ir a fiestas. Se oía decir "quien baila en Cuaresma se le ponen flacas las piernas". La música que se escuchaba era más bien religiosa, clásica o semiclásica. En los campos durante la Semana Mayor no se cortaban árboles, tampoco se martillaba, porque si no se escuchaba: "¡Está crucificando al Señor!", "¿Acaso eres judío?"

No se encendía el fogón ni se prendía la estufa en Viernes Santo; toda la comida se dejaba cocinada desde el día anterior; además de que era día de ayuno y abstinencia.

Juan Pablo II
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Aprobación vaticana

Madres y costureras se daban a la faena de coser los trajes para ir al templo y a las procesiones. Las niñas usaban el color blanco y las señoras el negro o gris.

Días antes de comenzar las festividades religiosas los parientes, compadres, ahijados y amigos que vivían en la ruralía o en otros pueblos se acercaban al pueblo a casa de algún pariente, donde permanecían hasta el Domingo de Resurrección.

Estos recién llegados venían en muchas ocasiones a pasar unos días de vacaciones, a lucir el traje nuevo, y no regresaban a su lugar si no llevaban una ramita bendita como testimonio de su venida al pueblo.

Jesús con la cruz a cuestas
La Semana Santa para los del campo era vista desde otra dimensión. Al estar los niños libres de clase, los hombres sin poder trabajar por temor de ofender al Señor, y no haber capillas en sus zonas, la juventud de la ruralía dedicaba parte de su tiempo a juegos sanos.

Del árbol de yagrumo confeccionaba una cabalgadura que llamaban "burro", y niños y niñas se montaban en la pieza de madera y figuraban ir galopando. Otros elevaban sus volantines y chiringas, tiraban trompos y cantaban canciones infantiles.

Por las noches frente a un altar doméstico la familia rezaba el rosario o el santo decenario.

Jesús mío: por las bofetadas que recibid tu rostro
venerado. Ten piedad y misericordia de nosotros.

Al llegar el Viernes Santo el campesino bajaba al pueblo a participar de la Procesión.

Descalzos con zapatos colgando de una vara o bastón salía el jíbaro de su bohío a buscar el pan de la enseñanza divina. Al llegar al pueblo se ponía sus zapatos y se acercaba al Templo a escuchar al Predicador Sagrado en el Sermón de las Siete Palabras. Luego participaba de la Procesión del Santo Entierro. Los hombres irían al lado del Sepulcro, y las mujeres muy cerca de la efigie de La Dolorosa. Regresaban al campo al caer la tarde, cansados físicamente pero rejuvenecidos en su interior.

La Semana Santa comienza con la bendición de las ramas. Entre la devoción encontraba el feligrés también el empujón. Todos los presentes en la misa querían llevar a sus hogares la rama bendita para colocarla en su cuarto sobre el dintel de la puerta de entrada.

El Martes Santo al caer la tarde los feligreses se acercaban al templo para acompañar simbólicamente la imagen del Nazareno, que es reflejo del Cristo que vive en los cielos. Mujeres vestidas de colores oscuros portaban velas y rezaban las estaciones de la cruz.
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En la semioscuridad se escuchaba la voz del presbítero que decía: "Primera estación: Jesús sentenciado a muerte. Adorámoste Cristo y te bendecimos". Y el pueblo respondía: "Porque por tu santa cruz redimiste al mundo". Se pasaba a meditar la estación y se finalizaba la estación con la siguiente oración:

Amado Jesús mío por mí vas a la muerte; quiero seguir
tu suerte muriendo por tu amor; perdón y gracia imploro
transido de dolor
.

En el libro Mis memorias, don Alejandro Tapia y Rivera describe la Semana Santa en San Juan de Puerto Rico a fines del siglo pasado.

La (procesión) de Jueves Santo salía del convento dominico,
lo mismo que el entierro de Jesús el viernes; precedía la
salida de ésta, el sermón del Descendimiento...
Estos días,
el Jueves y Viernes Santo.
¡Qué poesía para mi alma!
.. los pabellones a media asta;
la sordina en los tambores, cornetas... el ir y venir a todas
horas con el entrar y salir de templo en templo andando las
estaciones... los rosarios de las cofradías con sus farolillos...
todo esto causaba tal hechizo a mi fantasía, que aún no se
ha borrado del todo
.

A través de la estampa literaria Las Fiestas, don Manuel Fernández Juncos hace un recuento de las festividades que se celebraban en la Isla. Al describir las devociones religiosas de la Cuaresma termina el relato con una nota sarcástica. Veamos:

Entra después la Cuaresma, y la celebramos como de
costumbre, sin olvidar el baile de piñata, el domingo de
Lázaro, la corrida de Iscariote, las carreras del encuentro
y los tiros de la Resurrección. Para el luto de los días santos
acostumbramos usar trajes mas lujosos, y las joyas de más
brillo y estima.

En Cuentos de la Carretera Central Miguel Meléndez Muñoz retrata la religiosidad popular del puertorriqueño que va más allá del catolicismo popular. El autor describe la celebración popular de el "Judas", del Domingo de Resurrección:

Los matenedores de esa tradición puertorriqueña, que
sostuvo su vigencia hasta fecha reciente, corrían el Judas.
El muñeco representativo del discípulo traicionero era montado
a un caballo y sujeto fuertemente a su lomo. Después
se azotaba la bestia, sin piedad, y la muchedumbre,
armada de látigo y largas varas corría detrás del jinete...


Para la escritora María Teresa Babín, la Semana Santa tiene mucha importancia:

...a la Navidad... le sigue en importancia la Semana Santa. La Iglesia conmemora la muerte y pasión de Jesucristo con procesiones y misas. El pueblo interviene en estos actos con sus canciones, sus juegos y representaciones, dándole un carácter muy especial a estos días. La Pascua Florida llega a su apogeo el Sábado de Gloria. En algunos pueblos los Judas de pajas y trapos eran la mayor atracción.

El profesor Hermán Reichard Esteves --en su interesante trabajo sobre la "Historia de la Bicentenaria Parroquia de San Carlos Borromeo" describe la Semana Santa en Aguadilla en los últimos tiempos de la dominación española:

Los actos más solemnes eran, desde luego, los de la Semana
Mayor. Simbólica de la unión de la Iglesia y Estado era, el
Jueves Santo, la ceremonia en que el presbítero colocaba
sobre el pecho del alcalde la llave del Sagrario, pendiente de
ancha cinta y lazo de seda blanca, la cual éste lucía con
reverencia y orgullo hasta el Sábado de Gloria. Para la
ceremonia del paso de la cruz se alfombraba toda una nave
lateral del templo y se colocaban dos largas hileras de sillas
destinadas a los caballeros participantes. El sábado a las diez
de la mañana puntualizaba el repique de Gloria el anciano
sargento Juan Reina, disparando el antiquísimo trabuco que
había empuñado honrosamente cuando el ataque de los
colombianos en 1825. Para la procesión al Monumento
resplandecía el altar mayor con luces y flores en gradas
sobrepuestas, que llegaban hasta el pie del camarín de la
Victoria... Finalizadas las solemnidades religiosas con la misa
del Encuentro... el populacho se hacía cargo- de la celebración
de los judas
.

La religiosidad popular en la zona Oeste de Puerto Rico es digna de admiración. La devoción pía que se percibe en el pueblo de Aguada para las festividades de la Semana Santa lleva a miles de feligreses hasta su templo.

El Viernes Santo se colocan a los pies de La Dolorosa presentallas florales como la muestra de agradecimiento a la Mater. Cada arreglo lleva una tarjeta y algunos leen: "Gracias, Madre, por la salud de mi hijo", "Madre, yo te quiero". La procesión de La Soledad en esta población aglutina a miles de peregrinos.

Para variar, el pueblo de Moca celebra la procesión de El Encuentro cerca de las dos de la mañana. Al terminar la misa de Pascuas el fervoroso pueblo mocano baja las escalinatas de La Monserrate acompañado del Santísimo Sacramento y la efigie de María; que en forma alegórica se darán al saludo del reencuentro.

La religiosidad popular del pueblo de Isabela es una mezcla de lo divino con lo profano; allí el pueblo maltrata al muñeco de paja y tela llamado "Judas", y sobre todo, a los pobres jamelgos.

Al terminar la Cuaresma el isleño tendrá que meditar si el "hombre viejo" que habita en cada uno de nosotros ha comenzado a desprenderse de las vestiduras antiguas, y mediante los ayunos, la abstinencia y la penitencia ha comenzado a salir "el hombre nuevo" que deberá ser reflejo de Cristo.

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