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Apuntes históricos



Alejandro Ramírez / p. 2
1777-1821

por Sotero Figueroa

(c) CopyRight - Prohibido copiar, reproducir


Le invitamos a leer también:
La obra del intendente Alejandro Ramírez en Puerto Rico



Intendente
Alejandro Ramírez

n camino para Puerto-Rico, se trasladó Ramírez de Guatemala a la Habana. Allí, conforme él mismo dice en un informe que dirijió al Gobierno cuando ya se encontraba en esta Isla, se ocupó en asuntos concernientes a la misma, que solicitó para instruirse no sólo de aquella Intendencia, sino en el Tribunal de Cuentas y otras oficinas.

Descubrí, prosigue diciendo en su informe,
una deuda de 33,000 pesos á favor de la
Tesorería de Puerto-Rico, pendiente en
Filadelfia hasta siete años, y adelanté oficios
y diligencias que podrán conducir á su
pronta recaudación y seguridad
.

Recorrí algunas leguas de campo de la Habana
examinando sus ingenios y cafetales, para compararlos
y adoptar aquí las mejoras que convengan en el cultivo,
máquinas y adelantamientos de estos y otros ramos.
Pedí y obtuve la incorporación á aquella Sociedad
Económica con la que aquí debe establecerse, y sus
actas y memorias por las luces que puedan prestarme.
En una palabra, no creo haber perdido ni empleado mal
los treinta y ocho días que allí estuve esperando
embarcarme
.

Y dando pruebas de su modestia, que igualaba a su ilustración y actividad, terminaba Don Alejandro con estas palabras su razonado informe:

Por ahora debo únicamente reiterar que el cargo con
que se me ha honrado es sin duda superior á mis
alcances; pero no á la voluntad patriótica, resignada y
activa de que me siento animado para su desempeño.

Quien tales estudios teóricos y prácticos había hecho, y de tal manera se expresaba, indudablemente que era un pundonoroso funcionario que sobresalía de la esfera vulgar, y a quien mucho iba a deberle Puerto-Rico.

Siguiendo las profusas y eruditas notas del ilustrado portorriqueño Sr. Acosta, puestas a la Historia de Puerto Rico de Fray Iñigo Abad, vemos que Ramírez se consagró a abrir puertos, sin los cuales es imposible que el comercio se desarrolle, y a celar la contabilidad y el pronto despacho de los asuntos propios de su ministerio. En estas faenas, penosas no tanto porque todo había que transformarlo con tino y discreción sin abandonar el trabajo ordinario, como por no herir susceptibilidades de reputaciones creadas a la sombra de torpe empirismo, Ramírez se multiplicó y dio pruebas de un tacto y prudencia admirables, logrando que aún los que estaban prevenidos en contra suya, reconocieran la bondad de sus procedimientos.

El regularizó los aranceles que antes eran semilleros de disgusto y campo abierto a todas las injusticias, y abolió todas las trabas que embarazaban la navegación y contratación, alcanzando así despertar la afición a las especulaciones mercantiles.

Y no sólo a estos asuntos, propios de su cargo, se consagró Ramírez. "La agricultura, dice Acosta, le mereció especiales cuidados.

Fomentó la colonización blanca, acomodando en el país
las familias de isleños canarios que tocaban en el puerto
de la Capital con intención de seguir viaje a la Habana y
Costa-Firme; regaló á los labradores semillas é
instrucciones sobre el cultivo de varias plantas; declaró
libre de derechos la introducción de las máquinas y útiles
rurales, á la vez que representaba para que en los puertos
de la Península se rebajasen los derechos á los aguardientes
del país, y alejó de los pueblos las plagas de los
arrendatarios que cobraban las rentas de la tierra.

Deseoso de que presidiese la justicia al reparto de la
contribución, trabajó mucho en una estadística y terminó
por abolir los arrendamientos, sustituyéndolos con el
encabezamiento de los pueblos, ó sea, que éstos pagasen
al Estado una cuota anual conforme á su riqueza y productos
.

Entrando en otras medidas de carácter más general, estableció en Mayo de 1813 la Sociedad Económica, cuyos Estatutos redactó; esa Sociedad que durante muchos años vino a ser el foco del progreso intelectual de Puerto-Rico. Instaló por primera vez la Diputación provincial en la Isla, a la cual debía pertenecer por disponerlo así el artículo 326 de la Constitución vigente entonces, y dando pruebas de sus bien cultivadas aficiones literarias, de que presentó notable muestra en los comienzos de su adolescencia, con su festivo opúsculo cervántico bajo el anagrama de Ramón Alexo de Zigra, que reprodujo en 1876 por creerlo digno de tal honor, el reputado cervantófilo D. José María Sbarbi, fundó una de esas hojas en que viaja el pensamiento, la primera de su clase que apareció en la Isla, y que bautizó con el nombre de El Diario Económico, encargándose de su dirección (1), y a cuyo frente puso esta bella máxima del eminente Jovellanos:

Ciencias útiles, principios económicos, espíritu general
de ilustración; en estos medios se cifra la felicidad de
un Estado
.

A esa máxima había subordinado todos sus actos, y de ahí que la enalteciese queriéndola inculcar en todas las conciencias.

Pero aún hizo más su infatigable diligencia. A él se debe que en Octubre de 1815 se abrieran de nuevo, a los enfermos indigentes, las puertas del Hospital fundado por el filantrópico Jiménez Pérez, las cuales, como expresamos al ocuparnos del referido bondadoso Prelado, se les habían cerrado por haberse dedicado aquel establecimiento de beneficencia a las clases militares.

A él también se debió la obra dificil de haber amortizado todo el papel moneda que había circulado en Puerto Rico, obra que vió coronada en 1816, a su salida para la Superintendencia de la Habana.

Las activas y previsoras disposiciones de Ramírez elevaron las rentas públicas de un modo harto sensible, en comparación de lo recaudado en años anteriores. En 1814 los derechos percibidos por las Aduanas ascendieron a 242,842 pesos; 6 reales, 2 maravedises, y en 1815 se recaudó, únicamente por la Aduana de la Capital, en el primer semestre, la suma de 106,774 pesos, 3 reales y 11 maravedises.
Papel moneda de 1813
Papel moneda que circuló
en Puerto Rico en 1813.

Y si a fines del año no hubo mayores aumentos que en 1814, culpa fue del General Meléndez, aquel enemigo personal de Power, entonces por desgracia Gobernador de esta Isla, quien prohibió en absoluto la exportación de ganado y mandó cerrar las Receptorías, entonces necesarias.

Las rentas interiores también alcanzaron una cifra mucho mayor durante la administración de Ramírez. Por el antiguo sistema se recaudaban inciertamente de 60 a 70 mil pesos al año; gracias a nuestro memorable Intendente, produjeron la notable cifra de 161,000 pesos en 1814, e igual cantidad en 1815.

Punto es éste que debiéramos tratar con más detenimiento, pues las buenas administraciones de los pueblos se justifican con las acertadas medidas económicas que se implantan; pero tememos salirnos del plan que se nos ha trazado y de las limitadas proporciones que deben tener estos ensayos biográficos.

Así, pues, concluimos diciendo que las sabias medidas que tomó Ramírez en favor de la agricultura y comercio de esta Isla, le hacen acreedor a las bendiciones de todo buen portorriqueño.

El Monarca, en premio de tantos y tan relevantes servicios, lo elevó al puesto de Superintendente de la Habana, en donde murió en 1821, después de haber contribuido a ensanchar los linderos de la producción cubana.

¡Descubrámonos con respeto siempre que evoquemos su nombre!

(1) En la Biblioteca pública de la Capital hay una colección de este Diario, regalada por nuestro respetable amigo D. Manuel Alonso.


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* Le invitamos a leer la La obra del intendente Alejandro Ramírez
en Puerto RicoLeer





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