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Apuntes históricos




LOS TERRIBLES DÍAS DE LOS COMPONTES

Por Luis R. Negrón Hernández

(c) CopyRight - Prohibido copiar, reproducir


Los cuerpos policiales de la Santa Hermandad en Puerto Rico





El general don Romualdo Palacios se había distinguido en España como liberal, destacándose en las guerras carlistas de la península. Mas, contrario a lo que se esperaba, en Puerto Rico es recordado por el infame año terrible del 87.

ARA MUCHOS, la gesta de Lares es símbolo de la primera afirmación de este pueblo como nación. Para los españoles, y criollos conservadores, representó una experiencia impactante que despertó fobias y reacciones un tanto morbosas contra todo lo que representaba en este pueblo ideas liberales, nacionalistas, separatistas y autonomistas.

Contra este último grupo que se extendía con gran arraigo entre los puertorriqueños se lanzaría una campaña de persecución y tortura que aún nuestros abuelos y bisabuelos recordaban de sus padres como los terribles días de los compontes.

En el ceremonial gubernativo, tras su llegada el 23 de marzo de 1887 en el vapor "Isla de Cebú", el teniente general don Romualdo Palacios González, el nuevo gobernador expresaba que venía:

..dispuesto a ejercer mi autoridad con personal solicitud y a sacrificar hasta mi reposo en pro de los intereses del país y vuestro bienestar, haciendo abstracción absoluta de toda parcialidad, y atento en absoluto al cumplimiento de las leyes.

...Con esta conducta pienso corresponder a la confianza que en mí ha depositado la Augusta Reina Madre de Su Majestad Don Alfonso XIII, y a lo que vosotros merecéis por la constante lealtad que os distingue y a la que por mis servicios debo a nuestra patria y al Rey Constitucional.

Los autonomistas en general, acogieron las palabras de toma de posesión con vivo entusiasmo, mientras que los incondicionales veían con recelo su llegada temerosos que su presencia en la Isla fuera propicia al expansionismo autonomista. Sin vacilaciones, procedieron a desarrollar una estrategia de desprestigio contra el Partido Autonomista con artículos publicados en "El Boletín Mercantil", "La Integridad Nacional", "La Nación Española", y "La Unidad Nacional", a la vez que colmaban al nuevo Gobernador con palabras lisonjeras.

Los incondicionales temiendo que sus largos años de hegemonía política y económica se vieran afectados, acusaron a los autonomistas de atentar contra la unidad de la nación española, tildándolos de separatistas, e identificando a sus líderes con revolucionarios, llamando "Kosciusko" a Baldorioty de Castro, "Cepedoski" a Cepeda Taborcias y "Mariniscki" a Marín Solá.

El Grito de Lares
El Grito de Lares

Mientras distintos alcaldes incondicionales en la Isla comenzaron a denunciar supuestas conspiraciones nocturnas e infiltración de armas para derrocar al gobierno español, delegados incondicionales por Sabana Grande en las Cortes españolas hacían lo mismo, entre ellos don Plinio Sulsona, don José Soto Rodríguez, don Manuel Serra Ortiz, don Manuel Rodríguez Serra y don Manuel Rodríguez Soto.

Al igual que el Comandante de la Guardia Civil de San Germán que denunciaba que oradores autonomistas en esa población manifestaban que los puertorriqueños tenían derecho a gobernarse a sí mismos, que los españoles venían a explotarnos, que ya era hora que despertáramos de este letargo político pues teníamos cabeza para gobernarnos a nosotros mismos, así también se expresaban otros oficiales militares de distintos pueblos.

Los incondicionales no ocultaban sus expresiones racistas hacia los puertorriqueños miembros del Partido Autonomista por tener adeptos en la clase artesana y jornalera, a quienes los autonomistas les predicaban que tenían derechos como cualquier ciudadano y hombre libre. Criticaban a su vez a algunos blancos que se habían unido a las filas autonomistas.

Los efectos de esa campaña conturbaron al teniente general don Romualdo Palacios. El 29 de abril de 1887, el General Palacios informaba al Ministro de Ultramar que:

...la propaganda autonomista que se está haciendo en la Isla no se limita al triunfo de un sistema, sino que enseña bien claro su espíritu separatista... para evitar que tome aumento la propaganda que aquí se hace, considero necesario aumentar la Guardia Civil, y reorganizar el Cuerpo de Orden Público, porque el actual no responde a su misión.
Ruego, pues, a V.S., que de acuerdo con el Ministro de la Guerra, disponga dicho aumento que calculo en mil hombres.


Miembros de la Guardia Civil en el siglo XIX.
Su historia se puede remontar a los cuerpos de orden público de la Santa Hermandad creada en el siglo XV.

El Gobernador español procedió a distribuir 300 mil cartuchos en municiones entre los miembros de las fuerzas armadas de la Isla, a la vez que les instruía que se ejercitaran en el tiro al blanco.

La contra propaganda del Partido Autonomista reafirmando su legalidad constituida en la Asamblea de Ponce, su lealtad a España, y sus explicaciones desmintiendo las alegadas conspiraciones pro separatistas, a la vez que explicaba que sus aspiraciones eran las de alcanzar los mismos derechos civiles y políticos de la Península, no pudieron contrarrestar la histeria colectiva que llevaban los incondicionales a La Fortaleza, en sus continuas visitas al Gobernador.


El apoyo que recibía entre las masas el llamado de "La Boicotizadora" para que compraran en los comercios de puertorriqueños y no en los de españoles, y la proliferación de incendios en Yauco, Ponce, Juana Díaz, Guayama, Mayagüez y Aguadilla contra comercios y establecimientos mayormente de dueños españoles, movió al general Palacios a ordenar que se persiguiera a "los criminales que por medios tan ruines intentaban perturbar la tranquilidad de esta Isla".


Un millón de muertos
La segunda de la trilogía
de Jose María Gironella

Destacamentos de Guardias Civiles fueron movilizados, irrumpiendo en hogares de cientos de puertorriqueños, a los que lanzaban violentamente a las calles, trasladándolos a las cárceles donde bajo tortura algunos confesaron pertenecer a la sociedad secreta "Los Mojados", que alegadamente pretendía el exterminio de los españoles en la Isla.

El Gobernador, ante rumores de que el líder revolucionario Ramón Emeterio Betances se encontraba en la Isla, informes de alegados entierros de armas en el islote de Caja de Muertos, y especialmente de supuestos levantamientos fraguados en Juana Díaz, movió su séquito de La Fortaleza a una nueva residencia en Aibonito que le facilitaría dirigir las operaciones anti-subversivas.

Los arrestos a granel se extendieron a distintas poblaciones fuera de Juana Díaz y Ponce, a la vez que la prensa incondicional seguía echando más leña al fuego con más denuncias de supuestas acciones terroristas.

Los arrestados, no importara su condición social, fueron durante esta época humillados y torturados, registrándose muertes y hasta suicidios de puertorriqueños que expresaron desear la muerte antes que sufrir lo que se designó como los compontes.


Dibujo por Passos, del palacio de Santa Catalina, La Fortaleza, en 1866.


Cientos de puertorriqueños sufrieron las torturas de "los cordeles", "los palitos", "las cunas" y "el látigo". A los arrestados sometidos a "los palitos" les apretaban los dedos y las manos con listones de madera erizados de clavos, mientras la tortura de "los cordeles" consistía en forzar los brazos del detenido hacia la espalda hasta que tocaran los codos. Los más eran abofeteados, apaleados, azotados, y golpeados con las culatas de las armas de los militares.

Calabozo
en El Morro


En Sabana Grande, fueron apresados el doctor don Félix Tió Malaret, don Lorenzo Cruz, don Vicente Ramos, don Francisco y don Juan Yunqué, don Juan Bautista Velasco, don Antonio Murillo, y don José Espada Ávila. Don Lorenzo Cruz declaró posteriormente que los Guardias Civiles lo condujeron a una habitación del cuartel donde lo llevaron hasta el cepo, atándole los brazos y golpeándolo hasta dejarle sin sentido. Espada, Velasco y Murillo narraron que sufrieron la tortura de los cordeles, después de propinarles golpes en distintas partes del cuerpo.

La indignación ante ese ultraje que sufrieron tantos hijos de este país sacudió a la misma Metrópoli. La voz de protesta de la opinión pública contra la opresión y el apoyo hacia los puertorriqueños se hizo sentir en diarios de Cuba, Saint Thomas y Nueva York. Don Julio Vizcarrondo, Corton, Degetau y Labra reclamaron personalmente en Madrid la destitución de Palacios. El 9 de noviembre de 1887, llegó a La Fortaleza un cablegrama del Ministro de Ultramar, don Víctor Balaguer, ordenándole al general Palacios que, con carácter inmediato, tomara el vapor correo para que se presentara a las Cortes españolas "a fin de que, oyendo personalmente a V.E. pueda el Gobierno contestar satisfactoriamente a los cargos que se le han de dirigir".

A las cinco de la tarde, del 11 de noviembre del 1887, partía rumbo a España, en la misma embarcación que había venido, el sátrapa. El júbilo ante su partida se extendió por pueblos y barrios de nuestra Isla. Sin embargo, la pesadilla de los compontes creó una herida profunda entre los lánguidos vínculos del puertorriqueño con España.

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